miércoles, julio 19, 2006

Hasta cuando seremos tan ciegos para no ver, tan inconscientes para no actuar y tan mudos para no gritar

"La injusticia es humana, más humana aún es la lucha contra la injusticia" Bertolt Brecht

Nuevamente el mundo es obligado a presenciar, sin voz ni voto, el poder de lo inhumano, de lo insensato, de lo ilegítimo, de la guerra destructora de vidas, creadora tan sólo de muerte y de desesperanza, fiel compañera de la intolerancia, del fundamentalismo y de la miseria humana.

Millones de jóvenes pueden tan sólo ver y no comprender porque seres humanos, auto denominados “hijos de Dios”, se permiten acabar con la vida y sueños de miles de personas cada día. ¿Es que acaso el holocausto no enseñó nada a la humanidad?, ¿es que el poder y el dinero tienen más valor que la propia vida?

Hoy se ha sumado un nuevo país a esa guerra que sólo es lógica en una menta siniestra, de seres necios e insensibles. Desde hace unos días vemos como van y vienen misiles, bombas, muerte y pobreza por los cielos del Líbano, provocados por una guerra “no declarada”, una que dice buscar “la paz”, que pretende “resolver” un conflicto. Y se utilizan las mismas armas y los mismos métodos que provocan repulsión del pueblo de Israel, un pueblo engañado por su gobierno.

Y de esta forma, el gran brazo de la guerra, ese que es tan oscuro que no permite ver quienes son amigos y quienes enemigos, se tiende sobre esta tierra que nos ha permitido hasta hoy alojarnos en ella.

¿Cuántos niños, niñas y adolescentes más?, ¿cuántas familias más?, ¿cuántas mujeres más?, ¿cuántos seres humanos más debemos ver desaparecer frente a nosotros para elevar nuestra voz, para mostrar nuestro rechazo a la guerra, para sentirnos atacados?

Seguramente habrán miles de personas que sustentarán, desde la economía, pasando por la política, la religión, la seguridad nacional, etc, el porque esta guerra debe seguir. Habrán quienes estén de acuerdo y quienes feliciten a sus gobiernos por la dureza, firmeza y seguridad con la que “defienden” los intereses nacionales, pero todos ellos seguirán siendo parte de esta gran ceguera que no les permite ver a sus propios hijos sufrir en un futuro inmediato, y seguirán tan sordos para oír el grito de miles de millones de inocentes que ya no tendrán más voz para seguir gritando, y seguirán siendo mudos para no reclamar, para no decir, para no criticar, para no condenar, y seguirán así, tan faltos de todo y tan creyentes de nada que aplaudirán el camino que los llevará a ellos mismos a su propia extinción.

Y sin embargo, aún en esas circunstancias, seguirán también existiendo seres sin fronteras, sin nacionalidades, sin edades, sin género, sin religión, sin nada que los ate, sin algo que les impida decir BASTA,. Y esos seres seguirán marchando por entre las colinas, en las plazas, en parques, por campos y montañas, llevando entre sus manos, la única consigna: ser iguales en derechos. Y serán ellos, junto a nosotros, los que haremos que valga la pena seguir luchando por un mundo mejor, en el que un nuevo ser pueda educarse, pueda crecer y ser el mejor guardián de esa paz alcanzada por medio de la justicia y no de la prepotencia y la imposición. Y ese ser humano, uno realmente nuevo, no tendrá más valor que la vida misma y no tendrá más frontera ni nacionalidad que su condición de ser humano.

Pero mientras que ello ocurre, seguiremos condenando a la guerra y a sus aliados, aun cuando ellos la maquillen de seguridad y lucha contra el terrorismo.

Dimitri N. Senmache Artola
Analista político
Presidente de la CEDDH – Perú, Asociación Civil
dsenmache@democracia.org.pe